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Pachuca, Hidalgo
Tras subrayar que no existen cifras absolutas
respecto al número de víctimas de desaparición forzada en el
país pero se cuentan por decenas de miles, el investigador
y periodista italiano Federico Mastrogiovanni advierte una
tendencia por parte del Estado a invisibilizar el problema,
criminalizar a las víctimas y crear un juego de números
donde se pierde la dimensión del problema.
Asimismo, advierte que la tendencia de los medios de
comunicación y funcionarios públicos a sugerir que las víctimas
están implicadas con el crimen organizado, equivale a
justificar las desapariciones y la violencia, “es un poco decir
que alguien más, que no es el Estado, tiene derecho de juzgar
extrajudicialmente y esto es extremadamente peligroso”
subraya.
Durante su participación en la Feria Universitaria del
Libro, FUL 2014, que se inaugurará este viernes en la ciudad
de Pachuca, el periodista italiano presentará su libro “Ni vivos
ni muertos. La desaparición forzada en México como estrategia
de terror”, donde sigue las historias de desapariciones
forzadas desde la frontera sur mexicana hasta la frontera norte.
La obra editada por Penguin Randon House, inició como un
documental para investigar la entrada de migrantes
sudamericanos por la frontera sur, sin embargo la persistencia
de desapariciones forzadas de migrantes, hizo a Federico
Mastrogiovanni y su compañero Luis Ramírez Guzmán, modificar el
proyecto inicial y acompañar los casos de desapariciones en
busca de una explicación de lo que estaban observando.
“El recorrido se fue desarrollando con las historias, no
teníamos claro cómo era el panorama de la desapariciones en
México. Fuimos siguiendo los casos hasta darle un sentido a lo
que estábamos viendo”, anticipa y describe la trayectoria
de su investigación iniciando por la zona de Oaxaca, Tabasco y
Chiapas, donde tuvieron los primeros contactos con las
desapariciones, después el desarrollo del trabajo los llevó a
Morelos, Jalisco, Baja California, Nuevo León, Coahuila, Estado
de México y Michoacán.
Luego de 3 años de investigación, Mastrogiovanni, apunta que
a diferencia de las desapariciones de los años 70’s
cuando el perfil de las víctimas coincidía con militantes
políticos, estudiantes, grupos guerrilleros, simpatizantes o
familiares, ahora no hay forma de ubicar un único perfil, aunque
la población migrante se ha convertido en un sector
altamente vulnerable.
“Las organizaciones de familiares de víctimas
confirman que muchos de los desaparecidos son jóvenes entre 19 y
30 años, en edad de trabajo; personas de clase baja, medio baja
y trabajadores con capacidades específicas, técnicos”,
precisa el investigador y apunta que lo único que permanece
constante es la consecuencia de la desaparición: generar terror.
El contexto de terror facilita el control de territorios, lo
que beneficia directa o indirectamente a grandes empresas
nacionales y transnacionales, pues tienen amplio margen para
desarrollar megaproyectos sin que exista oposición de la
ciudadanía, “esta es una explicación que entendimos a
posteriori, obviamente no tenemos pruebas de que las
empresas estén implicadas, pero en los hechos, resultan
beneficiadas por esta situación”, afirma Federico.
En el libro “Ni vivos ni muertos”, que comparte título con
el documental, Mastrogiovanni aborda la manera en que actores
del Estado intervienen en los casos de desaparición, como
agentes de las policías federal, estatal, municipal y migración o
funcionarios públicos, quienes en general no le dan al
tema la gravedad que tiene y su implicación va desde la falta de
recursos y capacitación hasta la indiferencia,
ineficiencia, corrupción, colusión y acción directa.
El periodista describe la desaparición forzada como uno de
los problemas más graves en término de derechos humanos que
tiene México y lamenta la tendencia de las autoridades a
invisibilizar el problema, cayendo en un juego de cifras, “las
organizaciones civiles hablan de más de 27 mil, Gobernación de
8 mil, lo que es muy triste si se considera que no son
números, se trata de personas, familias, todas historias
extremadamente trágicas y dolorosas”, afirma.
Finalmente, el joven autor estima que la única forma de
poner un alto al problema es a través de la participación y el
diálogo entre instituciones y sociedad, “el único actor
que puede resolver este problema es el Estado junto con la
sociedad civil, pero es fundamental que los ciudadanos se
enteren de lo que está pasando y exijan justicia” concluye.
* Con información de Difunet